Acaba de amanecer y lo necesito para no sentir que ya no estás.
Pasa ni una hora y siento que el aire me sobra, necesito como mitigar el dolor, otro no hace daño.
Entro a clases, con la esperanza de no pensarte -fallo-, ya pronto acabaré y podré sentir el alivio que me da.
Saliendo uno o quizá dos nos reúnan en nuestro antigüo ritual.
Mis momentos de soledad los comparto con ellos, porque tú decidiste irte sin mi, sólo me dejaste este maldito vicio de extrañarte y esta forma de sentirte más cerca.
¿Recuerdas cuándo me decías que tenía problemas con mi forma de fumar? Lamento decirte que esto ya ido empeorando, más desde que no estás.
El ritual de elegir el arma mortal ya se volvió más un hábito que una elección. ¿Cómo elegir otros? Si es lo único que nos conecta ahora que te has ido.
«Malboro rojo, por favor». La frase de todos los días.
Elijo extrañarte a mi forma, elijo vivirte a mi manera, con este vicio a ti y con estas ganas de acercarme cada vez más a ti.
Ir a tu tumba y fumar contigo, alivia mi alma, así no siento que no comparto este acto tan nuestro, no es lo mismo fumar con alguien más…